Extraído del inserto "Relato de Viaje de C.E. Badh, 1828.("Breve Historia de Chile", año 2004, de Sergio Villalobos)
La Semana Santa
Cesaban las campanadas en las iglesias, y en todas partes
había un silencio de muerte. El jueves cesaba todo trabajo, las iglesias eran
iluminadas y adornadas con festones de flores y coronas, y las calles se
llenaba de personas de ambos sexos,
vestidas de negro que en voz alta repetían sus oraciones al ir y volver de las
iglesias y capillas de la ciudad, donde depositaban sus dádivas en platillos de
plata; allí contemplaban el cuerpo del Salvador representado en un catafalco, y
rezaban delante de algunas de las imágenes de las cuales varias tenían grandes
aureolas. El sordo y monótono murmullo, producido por las miles de voces en la
ciudad, el gran número de gente vestida de luto, y los presos, colocados aquí y
allá en las esquinas, y que siempre hacían sonar sus cadenas con los gritos de
"limosna para los pobres prisioneros", todo esto daba un aspecto
lúgubre y terrible a Santiago. Todas las personas parecían más o menos
excitadas por la trascendencia del momento. Las iglesias, los conventos, los
asilos y los pobres recibían también pruebas del fervor religioso del pueblo en
forma de grandes regalos. Altas figuras vestidas de negro disfrazadas con
grandes bonetes cónicos molestaban en las plazas a los transeúntes con el grito
severo "den limosna para sacar las almas de los difuntos del
purgatorio".

El Sábado Santo antes de las 12 del día se anunciaba la
resurrección del Salvador, con salvas de cañones y campanadas, y un gran número
de fuegos artificiales."
No hay comentarios:
Publicar un comentario